viernes, 21 de diciembre de 2012

Príncipe Águila


Aunque doy valor a la continuidad de los recuerdos ahora no me preocupa la continuidad de las imágenes que arrojo, todas vienen a mi, temprano o tarde conformando uno de los cuentos, de las fábulas, como aquella que surgió cuando conocí al príncipe-águila que persigue los amaneceres y huye del ocaso, nuestro primer encuentro fue al finalizar el invierno, tomamos juntos un baño de sol, para que no cesara el calor de nuestros cuerpos, era el primer día soleado de aquel año donde principiaba el fin de una era.  Solía llevar en el bolsillo roto toda la riqueza del momento, su sed era un rasgo trascendente ya que él mismo había sido conformado de materia inagotable,  se bebía a sí mismo mirando el sol de frente;  intuía el camino, como todos los seres que son soberanos en el mundo y sonreía todos los días. Este eterno niño hizo un honorable contacto con el niño de mi ser, y aunque fue todo un acto de prestidigitación y casi pudo perdernos en el laberinto de la ilusión,  sobrevivimos porque todo era una regalo del gran poder que hace crecer las flores. 
me encuentro conmovida ante el encuentro de oro en el mar de almas, y que sólo nos puede salvar de la ambición esa fuerza incansable que crea los mundos, El príncipe lleva descosidos los bolsillos por la misma razón, gana cuando pierde y así puede nadar mejor, y siempre tendrá los dones del sol, porque los dispensa en su pueblo, cada día un poco más. Tuve envidia de su corazón, por un segundo, de su paraíso con él, pero el segundo se fue y quedó el encuentro que ahuyentó mis viles pensamientos: ese rallo de luz se clava en un presente imperecedero. Este capítulo será de consulta porque constantemente habrá que volver a revisar las lecciones que nacen del príncipe-águila que gobierna como niño sabio.